1 Cuando los pueblos circunvecinos supieron que había sido
reconstruido el altar y restaurado como antes el santuario, se
irritaron
sobremanera.
2 Decidieron acabar con los descendientes de Jacob que entre ellos
vivían y comenzaron a matar y exterminar gente del pueblo.
3 Judas movió la guerra a los hijos de Esaú en Idumea, al país de
Acrabatena, porque tenían asediados a los israelitas. Les infligió
fuerte
derrota, les rechazó y se alzó con sus despojos.
4 Recordó luego la maldad de los hijos de Baián, que eran un lazo y
una trampa para el pueblo por las emboscadas que en los caminos le
tendían.
5 Les obligó a encerrarse en sus torres, les puso cerco y dándolos al
anatema, abrasó las torres con todos los que estaban dentro.
6 Pasó a continuación a los ammonitas, donde encontró una fuerte
tropa y una población numerosa cuyo jefe era Timoteo.
7 Después de muchos combates, los derrotó y deshizo.
8 Ocupó Yazer y sus aldeas, y regresó a Judea.
9 Los gentiles de Galaad se unieron para exterminar a los israelitas
que vivían en su territorio, pero ellos se refugiaron en la
fortaleza de
Datemá.
10 Enviaron cartas a Judas y sus hermanos diciéndoles: «Los gentiles
que nos rodean se han unido para exterminarnos;
11 se preparan para venir a tomar la fortaleza donde nos hemos
refugiado, y Timoteo está al frente de su ejército.
12 Ven, pues, ahora a librarnos de sus manos, que muchos de entre
nosotros han caído ya;
13 todos nuestros hermanos que vivían en el país de Tubías han sido
muertos, llevados cautivos sus mujeres, hijos y bienes, y han perecido allí
unos mil hombres.»
14 Estaban todavía leyendo las cartas, cuando otros mensajeros, con
los vestidos rasgados, llegaron de Galilea con esta noticia: